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lunes, 10 de junio de 2013

Perdónate a tí mismo


Una señorita emigró a los Estados Unidos. En su Cuba natal había sido una católica muy devota, y acostumbraba confesar sus pecados al sacerdote. En su nuevo hogar; afrontó el problema de que no podía confesar sus pecados en inglés. El problema pronto se convirtió en una crisis. Un día supo que había un sacerdote que hablaba los dos idiomas y, después de dar con él, lo convirtióen su confesor.
Pero un día se encontró con la noticia de que su confesor había sido transferido a otra parroquia y el problema se presentó de nuevo. No tenía a quién confesarle sus pecados. La crisis la llevó a la necesidad de confesar sus pecados en inglés, idioma que todavía no dominaba. Nuestra heroína pidió a una amiga bilingüe que tuviera la bondad de ayudarla a traducir sus pecados para poder confesarse.
Ella practicó una y otra vez la frase -Perdóneme, padre; he pecado-, y finalmente llegó al confesionario. Después de pronunciar la frase -Perdóneme, padre; he pecado-, sacó su lista donde tenía sus pecados traducidos al inglés. Pero descubrió que el confesionario estaba muy oscuro y que no podía leer la lista. Intentó una y otra vez leer la lista, pero no pudo hacerlo, y al fin se dio por vencida. Salió del confesionario llorando. Un sacristán que la vio llorando la escuchó decir en un susurro: -No puedo ver mis pecados-.
Aquella fue una declaración muy profunda. Y tú, ¿puedes ver tus pecados? Es decir, ¿no puedes verlos porque los reconoces y los confiesas? ¿No puedes verlos porque Dios ya los ha echado a lo profundo del mar y ahora están tan lejos de ti como lo está el oriente del occidente-, como dice el salmista? ¿0 no puedes verlos porque no los reconoces ni aceptas tu culpabilidad ante Dios?
Nuestro tema de hoy nos asegura que si confesamos, recibiremos el perdón. Es una de las afirmaciones más claras de la Biblia: -Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.
¡Qué maravillosa seguridad! Deberíamos aceptar eso con todo nuestro corazón. Lamentablemente, muchas veces seguimos sintiéndonos culpables de los pecados que hace tiempo confesamos. Creemos que Dios nos perdona, pero nosotros no nos perdonamos a nosotros mismos. Es como si creyésemos que es nuestra obligación sufrir, pagar algo, hacer expiación. A veces confundimos los problemas que vienen como resultado del pecado con algún tipo de castigo por el pecado, y, si sufrimos ese “castigo”, nos sentimos “perdonados”. Dejemos toda duda y aceptemos hoy el perdón divino.
Fuente: reflexiones-cristianas.org

Perdónalos, porque no saben lo que hacen

Era un episodio casi increíble, el Hijo de Dios yacía clavado en un madero a la vista de muchos, humillado, azotado y en sus últimos minutos de vida. Es increíble que al hombre que habían recibido con palmas y cantos, ahora estuviera muriendo como el peor de los malhechores.
Si, ese era Jesús el Hijo de Dios, tomando el lugar que te correspondía, ese lugar que no tenia nada que ver con su forma de vida, ese lugar que denotaba la baje a la que habíamos llegado al matar a un hombre sin mancha ni pecado.
Quizá tu o yo hubiéramos hecho lo mismo, quizá hubiésemos sido uno de los que le gritaban blasfemias, de los que se burlaban de su condición, de los que deseaban que pagara por algo que jamás había hecho.
Lo mas lógico humanamente hablando era odiar o repudiar a aquellos que le estaban siendo los actores materiales de su progresiva muerte, pero el hombre que yacía de ese madero, no era un hombre como tu y como yo, era el Hijo del Dios viviente.
A pesar del gran sufrimiento que padecía y de su expresión de agonía, Jesús clama a su Padre y dice: “Perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
¿Perdón porque?, si eran merecedores del castigo mas fuerte que existiera, estaban matando al hombre mas justo sobre la faz de la tierra, estaban asesinando como el mas vil de los ladrones al que jamás hurto, robo o realizo algún acto en contra de las leyes, mas Jesús dijo: “Perdónalos”.
¡Ah!, cuanto necesitamos aprender de Jesús, ¿Por qué buscar el Perdón de aquellos que me están humillando?, ¿Por qué buscar el perdón de aquellos que me están asesinado injustamente?, ¿Por qué?, Por la simple razón de que te amaba y necesitaba pagar el precio de sangre por ti, para que ahora tu fueras libre de todo pecado.
No era justo humanamente hablando, pero en el ámbito espiritual era lo que tenia que suceder, ya que se necesita de una oveja sin mancha para liberar a la humanidad de la esclavitud del pecado y Jesús estuvo dispuesto a tomar el papel de oveja.
Amado hermano, Dios quiere que seamos conciente de lo que su sacrificio significa, creo que cada uno de nosotros debería valorar ese sacrificio a diario y no solo en una semana en especial, creo que nuestro modelo de vida debería girar alrededor de tener en cuenta que lo que Jesús hizo por mi vale tanto la pena que necesito demostrarle mi agradecimiento a través de una vida santa, apartada del pecado.
Hoy en día posiblemente estemos llevando una vida que no es para nada agradable a Dios, pero valdrá el: ¿Perdónalos, porque no saben lo que hacen?, creo que hoy en día cada uno de nosotros sabemos bien lo que hacemos, somos concientes de nuestros actos y de lo que significa fallarle a Dios.
Entonces si esto es así: ¿Por qué seguimos viviendo una vida de pecado?, No podemos aprovecharnos del sacrificio de Jesús, el murió por ti y pago tus pecados, te perdona y ahora quiere que ya no peques mas, entonces frente a esto: ¿Qué excusa pondremos?
El “no saben lo que hacen” ya no es valido para aquellos que tenemos el conocimiento de Cristo, ahora somos responsables de nuestras acciones y cada una de ellas tiene que ir orientadas a glorificar el Nombre de Jesús.
Amado hermano, que esta semana sea una semana en la que dispongamos con todo nuestro ser a que cada día del año pueda ser una razón para ser santos delante de Dios y Fieles a su modelo de vida que nos fue presentado a través de Jesucristo.
Que lo que hagamos cada día de nuestro y por mí.

Autor: Enrique Monterroza

Una montaña de pecados destruídas

El misionero se estaba esforzando en hacer comprender a los míseros nativos  de aquella aldea  africana, como el poder de la sangre de Jesús basta para limpiarnos  de todos nuestros pecados, sin adición de dogmas ni ceremonialismos.
Al fin, una mujer se acercó a él, y con pena le confesó: “Señor, pero mis pecados son tantos como la arena en la ribera del mar. ¿Puede Jesús borrarlos todos?”.
El misionero contestó: “Id, pues a la orilla del mar , y levantad un montón de granitos de arena. Luego sentaos ahí y esperad. Veréis lo que sucede”.
La mujer quedó pensando un instante y por fin exclamó:
“¡Ya lo veo! ¡ya lo veo! Como la mar se llevaría  todo el montón , así también la sangre de Jesús  me lava de todo pecado”.
Tomado de El Faro.

Danilo Montero Ven a este lugar

INGRID ROSARIO MAJESTAD

NUEVO !!! Marcos Yaroide - Que Se Abran Los Cielos -